Inmerecidamente me ha tocado a mí el honor de participar ante distinguidas personalidades en el cuento del Siglo. Que más quisiera hacerlo con la lucidez que
caracteriza a la juventud, pero con mucho gusto lo haré con los recuerdos y el ánimo altivo con el que vivimos quiénes ya nos encontramos en esta etapa que se ha dado por llamar de la “Tercera Edad”.
Era el año de 1944. Miembros de las fuerzas armadas nos encontrábamos en el Campo Marte en una ceremonia presidida por el entonces Presidente de México, Don Manuel Avila Camacho. Durante el desarrollo de la reunión, el Presidente de la República hizo alusión al estado de guerra en el que México se encontraba como consecuencia de la conflagración mundial que se vivía en Europa y en el Pacífico Asiático, solicitando el apoyo de la Fuerza Aérea Mexicana para participar en el frente de guerra junto con los países aliados. A raíz de este acontecimiento, se integró el Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana, bajo el mando del Coronel P.A. Antonio Cárdenas Rodríguez y se autorizó su salida para tomar adiestramiento en diversos los campos militares de los Estados Unidos.
Reviste especial importancia para nuestra historia el repasar este antecedente inicial, ya que constituyó la primera vez (y con fervor espero que sea la última) en la que alguna fuerza militar haya tenido que salir de nuestra Patria para participar activamente en una contienda mundial.
Recuerdo el hecho de que al margen de la beligerancia, se habían mejorado mucho las relaciones con los Estados Unidos de América, habiéndose vivido incluso una etapa de apertura comercial sin precedentes. Pero este “auge” (entre comillas) que se vivía, no lo era así para el personal escogido de pilotos y mecánicos de la Fuerza Aérea, del Estado Mayor, del cuerpo médico y de comunicaciones del Ejército y del personal civil habilitado como armeros de materiales de guerra, que se disponían a partir hacia el extranjero para defender las causas de la paz que se añoraba. Este destacamento militar lo integraron 38 Pilotos, 4 Oficiales de diferentes armas y 249 soldados de tierra de distintas especialidades.
No escapa a mi memoria el Lunes 24 de julio de 1944, fecha en la que el Escuadrón 201 y demás contingente militar salió de la ciudad de México con destino a los campos de entrenamiento norteamericanos. Fue una fecha por demás emotiva y difícil, ya que significaba la separación de nuestras familias y amigos, con la esperanza de volverlos a encontrar pero con la incertidumbre de lo que sería nuestro destino.
Durante nuestro adiestramiento en diferentes campos, tuvimos la pena de perder a dos pilotos y amigos, habiendo también sido excluidos 6 pilotos como resultado de los exámenes médicos, por lo que el Escuadrón de pelea quedó integrado por 30 pilotos, siendo abanderado para salir al frente de batalla al término de su adiestramiento. Así, el Martes 27 de marzo de 1945, nos embarcamos en el buque de nombre “Fairisle” y partimos del puerto de San Francisco, California, con destino a Manila, en las Islas Filipinas. Nuestra travesía fue larga, 33 días, habiendo realizado una parada de 4 días en Hollandia, Nueva Guinea, para la formación de un convoy de 40 barcos. El desembarco en la Bahía de Manila se realizó un Lunes 30 de abril de 1945. Ese mismo día, fuimos trasladados a lo que sería nuestro campamento denominado Porac Field, situado a 120 Kms. al Norte de Manila. Ya en nuestro campamento, el Escuadrón 201 fue asignado al 58° Grupo de Pelea de la 5a. Fuerza Aérea de los Estados Unidos, habiéndonos dotado de aviones tipo Thunderbolt P-47, viejos y faltos de mantenimiento, por lo que nuestros mecánicos inmediatamente se abocaron a ponerlos en forma para iniciar cuanto antes nuestras misiones de combate.
Durante la participación en la guerra del Pacífico Asiático, los pilotos del Escuadrón 201 realizamos cerca de 40 misiones de combate, desde vuelos de reconocimiento hasta misiones de ametrallamiento y bombardeo en picada, para apoyar a las tropas de tierra americanas. El 1° de junio de 1945, tuvimos la pena de sufrir la primera baja de un gran compañero, el Subtte. Piloto Aviador Fausto Vega Santander, de apenas 20 años de edad, quién no regresó de una misión de combate. Este hecho nos entristeció profundamente, habiendo todavía tenido que lamentar las muertes de los Pilotos, Tentte. José Espinosa Fuentes, Subtte. Mario López Portillo, Tentte. Héctor Espinosa Galván y del Cap. Pablo Rivas Martínez.
El ambiente en el que vivíamos era tenso pero a la vez alegre, como buenos mexicanos. La comunicación con la familia era difícil ya que la correspondencia, además de pasar por un estricto control de seguridad, tardaba por lo menos 30 días para llegar a su destino. Se dio el caso de que un periódico de circulación en la ciudad de México, anunció mi muerte ocurrida en batalla, lo que motivó una larga angustia y pesadumbre en mi familia, hasta no confirmarse la noticia de que me encontraba, como dicen, “vivito y coleando”, 60 días después de haberse generado la falsa noticia.
Después de haberse firmado la paz en el mes de octubre de 1945, regresamos a nuestra querida Patria con la satisfacción del deber cumplido, llegando a la ciudad de México el Domingo 18 de Noviembre de 1945 para entregar la bandera de nuestro Escuadrón al señor Presidente de la República, Don Manuel Avila Camacho, de manos de nuestro comandante, el Coronel Antonio Cárdenas Rodríguez.
Hoy todavía vivimos 12 Pilotos y ya no muchos soldados de tierra. Estoy seguro de que todos los que participamos en el Escuadrón 201, lo hicimos con el más alto sentido de responsabilidad como soldados, anteponiendo nuestro amor a la Patria y el respeto a nuestra Bandera, a cualquier interés de carácter personal o familiar. Es por ello que fuimos merecedores de las más altas condecoraciones otorgadas por los Gobiernos de México, Estados Unidos de América y Filipinas.
Más que un cuento, quiero dejar como legado a mis nietos y a las nuevas generaciones del siglo venidero, esta pequeña reseña, dentro de cuyo relato encontrarán la nostalgia del recuerdo de algo que fue un hecho heroico acontecido en el presente siglo y que transmite a ustedes este humilde servidor, que junto con sus compañeros y amigos del recuerdo y con los que aún me acompañan en vida, con gran orgullo podemos afirmar: que nacimos en México, luchamos por México y vivimos por México.